7/7/12

LAREDO Y LA REVOLUCION DEL 32

                                   LAREDO Y LA REVOLUCION DEL 32

   Ciudadanos Trujillanos siendo ejecutados por miembros del ejército del Perú en la zona arqueológica de Chan Chan

                 Tropas ocupan una trinchera en el barrio de "Mansiche" durante la revolución de 1932



Antecedentes

La participación de los laredinos en la gesta heroica de la Revolución de Trujillo en el año de 1932, se debe a dos clases de motivos: a) de carácter social laboral y b) de carácter político. El sentimiento de dolor fue acumulándose generación tras generación por el abuso patronal en las haciendas cañeras de la provincia de Trujillo, en especial en lo que es hoy el distrito de Laredo. El patrón no conocía estos abusos porque no vivía en Laredo, pero éstos eran cometidos por los contratistas, los vigilantes, soplones y algunos malos jefes.

Abusos

El abuso se cometía, primero, porque la gente era analfabeta; segundo, por los contratistas, los que existieron en número de nueve (09); éstos “enganchaban” a la gente de los distritos de las Sierra y los traían a trabajar por tarea de 40 ó 50 metros que debía terminar cada campesino, que ganaba un jornal de sesenta centavos (S/. 0.60) que se pagaba entre los años de 1918 a 1921. El trabajador que no terminaba la tarea, tenía que hacerlo el día siguiente hecho que se le llamaba comúnmente como “calentao”. Esta situación obligaba a que un campesino, trabajase los seis días de la semana, desde las cuatro de la mañana que se iniciaba la formación para agrupar a la gente de campo y repartir las tareas que eran supervigiladas por los capitanes, labor que se suspendía a la hora que se ocultaba el sol, esperando la locomotora para regresar a Laredo; no había otra forma. Si por la zona de trabajo había alguna acequia o sangría con agua, se bañaban, sino tenían que hacerlo en los baños públicos de la hacienda a las 7.30 p.m. hora que retornaban. Como la tarea no se acababa trabajando los seis días, solo recibían de salario semanal la suma de (S/. 1.80) un sol con ochenta centavos lo que desalentaba a los contratados, prometido que ganarían tres soles con sesenta centavos (S/. 3.60). Ante esta situación algunos no soportaban tal abuso y desertaban; retornando a sus pueblos serranos. El contratista, que había recibido la suma de veinte soles (S/. 20.00) por cada hombre; tenía la obligación de mantener la cantidad de palaneros ante la empresa, lo que obligó a buscar los desertores, los capturaban en sus pueblos por el encargado trayéndolos a pie, amarrados delante de las bestias para que continuaran trabajando por el período de contrato que generalmente era seis meses. La oficina de contrata funcionó inicialmente en lo que ahora ocupa el Centro Social para ocupar después, en época de los Gildemeister, el Primer Corredor. Al sistema de contrata le siguió el departamento de Personal.

Esta breve historia ha tenido como fuente de información algunos participantes de la Revolución, dos de ellos muy allegados a la dirigencia del Partido Aprista de Laredo, quienes en el año 2003 cumplen 94 y 100 años, admirables con plena lucidez y elocuencia.

Muchos campesinos que en época de sequía en la sierra no cultivaban sus tierras, venían con sus mujeres e hijos, para trabajar y terminar una tarea diaria, con el objeto de ganar lo prometido S/. 3.60 semanales. Esta condición generó una nueva forma de abuso: el sexual contra las mujeres de los contratados, asunto que se amplió a otros estamentos. También estaba establecido que cuando un trabajador faltaba un día a su centro de trabajo, no ganaba salario toda la semana, sufriendo la familia que tenía que alimentarse, recurriendo al apoyo de algún pariente, de lo contrario tenía que recurrir al uso de la compra de alimentos al crédito, que concedía alguna bodega, cobrando altos intereses en una semana.

El descontento fue acumulándose en los trabajadores obreros y campesinos, palaneros y cortadores de caña, quienes iniciaron sus reclamos. El patrón José I. Chopitea, para disminuir este descontento, a partir del año 1922 aumentó el jornal diario de S/. 1.00 y a S/. 1.20. Para un buen maestro mecánico el jornal era de S/. 2.50, suma considerada muy bien pagado, pasando a ser defensor del patrón.
Entre los años 1919 comenzaron a producirse ciertos reclamos por escrito, sin firma alguna, pliegos que eran enviados bajo la puerta del jefe principal, reclamos que eran redactados por un grupo de quince (15) obreros, entre ellos habían tres que sabían leer y escribir, dos de ellos habían trabajado en las haciendas del Valle Chicama y los otros habían pasado trabajando las 18 hacienditas del Valle Santa Catalina. Todos ellos constituyeron un grupo solidario bajo juramento de muerte al delator, mantuvieron reuniones muy secretas entre los cañaverales o en alguna casa cuidándose de no ser vistos por los vigilantes.

Al trabajador que reclamaba, los vigilantes y soplones los desaparecían, los cogían en la madrugada a la hora de la formación para recibir la distribución de las tareas, se los llevaban, según refieren y eran arrojados a los calderos, de donde no quedaban sino cenizas, que se mezclaba con las del bagazo. Hubo un grupo de 15 trabajadores encabezados por don José De las Rosas Uceda Otoya, que juraron luchar clandestinamente contra esta opresión y abuso; empezaron a matar a los "soplones” que eran manejados por un jefe apellidado Moreno. En Casa Grande el jefe de los vigilantes era Cueto, hombre muy temido, cuando murió nadie acompañó su sepelio. Las reuniones del grupo de los 15, se hacían en las chacras de Conache, otras noches al final de las chacras de La Merced; el Cerro Orejas por Santo Domingo, con ayuda del trabajador Huamanchumo; también el mochero Víctor Sánchez, los Chavines de Santo Domingo y los hermanos Choloques-Valverde que actuaban en Laredo. El patrón logró sobornar a uno de los 15, con muy fuerte suma de dinero y este empezó denunciando a sus amigos fugando hacia su tierra con buen capital. Cuando fueron apresados cuatro de los 15, los otros desaparecieron de Laredo, tres fueron tras los pasos del delator y en la casa de su tierra natal fue asesinado con arma blanca. Los cuatro detenidos fueron acusados de homicidio, siendo llevados a la prisión de Lima y juzgados, pero como no se les probó nada por no hallar el cuerpo del delito, fueron liberados, regresando unos a Laredo otros al Valle Chicama, dando por terminado el juramento.
Abusos políticos

Los trabajadores obreros y campesinos encontraron en el APRA el Partido del Pueblo y unos se afiliaron, otros sólo simpatizaban con su doctrina pero todos pusieron sus esperanzas de reivindicación en los ideales que preconizaba el jefe del Partido, Víctor Raúl Haya de la Torre; por eso en las elecciones generales del año 1930 votaron a favor del APRA; aspiración que se vio frustrada por el fraude electoral que fue víctima el candidato del pueblo, favoreciendo al Crl. Luis Sánchez Cerro, quien fue impuesto por el Partido Unión Revolucionaria o Partido Civilista. Posteriormente se produjo la desafuero de los 27 congresistas apristas, producido el 9 de enero de 1932 y la aprobación de un Decreto Ley por el gobierno dictatorial de Sánchez Cerro, para declarar al APRA fuera de Ley, con el pretexto de hacerlo aparecer como un partido internacional: (Partido Comunista) El 12 de febrero los ex-congresistas constituyentes fueron apresados, detenidos y deportados, iniciándose una feroz persecución contra el Partido y los apristas. Víctor Raúl fue apresado el 6 de mayo y recluido en la cárcel “El Panóptico” en Lima local que con posterioridad fue derruido para dar paso al ahora Hotel Sheraton. Tal acción conmovió al pueblo limeño, produciéndose una manifestación de rechazo y descontento, la policía salió a debelar el movimiento, terminando por apresar a los manifestantes en todo el país; los locales apristas fueron clausurados así como las Universidades Populares Manuel González Prada, el diario La Tribuna y otras publicaciones como Chan Chan en Trujillo.

Estos hechos fueron conocidos y sentidos en Trujillo y en el Valle Chicama, produciéndose malestar y repudio hacia el gobierno dictatorial.

Cuando el gobernante hace uso del exceso de poder, los pueblos protestan y emplean el derecho a la insurgencia civil, consagrado en los derechos de la Revolución Francesa, contra la opresión.
En Laredo, un pequeño grupo de obreros inició reuniones secretas en casa de Priscilio Moya, abuelo de Víctor Moya Obeso, ex-alcalde de El Porvenir, eludiendo a los 20 vigilantes que rondaban los campamentos de la hacienda. Cuando el grupo creció se cambió el lugar a la chacra de Olegario Yépez Herrera, primer Secretario General del APRA en Laredo, quien viajaba a Trujillo llevando maicillo para las fábricas de escobas, tomó contacto con los dirigentes del APRA en la clandestinidad informándose de los preparativos para iniciar una revolución armada contra el gobierno dictatorial y con la finalidad de devolverle al pueblo del Perú, la justicia social y la democracia; que mantenía informado a los apristas laredinos, quienes sin pensarlo se alinearon para participar en la Revolución, pues tenían motivos suficientes, soportado años de explotación laboral.

Conocido en Trujillo, la decisión de los laredinos, el jefe de la Revolución, Manuel “Búfalo” Barreto Risco, viajaba constantemente a Laredo, teniendo muchas reuniones con los apristas obreros y campesinos, designó a Remigio Esquivel como su más cercano lugarteniente; ambos se comprometieron a tomar por asalto el Cuartel O’Donovan de Trujillo dando golpe mortal al dictador y alertando a todo el país, que el pueblo organizado, puede derrotar al opresor. Así se produjo la participación de los apristas laredinos en la Revolución de Trujillo del año 1932, ganándose, por su arrojo y valentía, el nombre heroico de “Los Tigres de Laredo”.

La insurgencia civil de los militantes apristas contra la opresión y la tiranía del presidente de Luis Sánchez Cerro, en el año 1932, se convirtió en la Revolución de Trujillo. Desde que asumió al poder el Crl. Sánchez Cerro, -más que presidente-, se convirtió en fiero perseguidor del APRA y ofreciendo pulverizar a los apristas. En 1931, empezó apresando a Víctor Raúl Haya de La Torre y confinándolo como está enunciado en la cárcel conocida como el Panóptico; siguió privando de la libertad a miles de ciudadanos por el solo hecho de pertenecer al APRA, recluyéndolos en el Castillo Real Felipe del Callao, también en la Isla del Frontón y en Madre de Dios. El diario aprista La Tribuna fue clausurado; todos los líderes fueron deportados enviándolos al destierro en el barco Rímac. El Director y redactores del Diario Norte de Trujillo fueron detenidos y llevados a la cárcel.
Para conseguir trabajo se exigía tener carné de pertenecer al Partido Civilista “Unión Revolucionaria”, que había apoyado a Sánchez Cerro. Todo esto motivó para que la Marina se sublevara en el buque Grau, en donde fueron apresados su comandante y 8 marineros que fueron fusilados. El 24 de diciembre de 1931, en el local del Partido Aprista en Trujillo, el ejército, en plena chocolatada celebrando la Navidad del Partido del Pueblo, decenas de apristas fueron asesinados, tratando de matar a Víctor Raúl.

Todos estos hechos, motivaron para que los apristas cansados de tanto oprobio, prisión y asesinatos que sufrían se rebelaran y conjuraran una rebelión en el Perú, se designaron a Cajamarca, Caraz; debiendo empezar en Trujillo y el Valle Chicama; es así que se planeó la insurgencia armada encabezada por Manuel “Búfalo” Barreto, cuyo apodo le viene por la copiosa barba que usaba al estilo del actor de las películas del oeste, “Búfalo Bill”. Este al ver tanta injusticia planeó la Revolución, para lo cual estratégicamente consideró, a la Hacienda Laredo como centro de operaciones, a Remigio Esquivel Diestra, para que entrenara a los trabajadores apristas que querían participar en la contienda junto con Delfín Montoya. Se enrolaron inicialmente 130 hombres maduros y jóvenes valientes sin temor a la muerte. Después se sumaron otros voluntarios.
Es cierto que la Revolución se planeó en Trujillo con la coordinación del Tnte. Crl. Gustavo Jiménez; en Laredo se hicieron los entrenamientos de combate de un grupo considerable de trabajadores obreros de la fábrica y palaneros del campo de la Hacienda bajo el mando de Remigio Esquivel y Juan Delfín Montoya supervigilado por Manuel “Búfalo” Barreto. La Hda. Laredo, en ese entonces pertenecía a la señora Fortunata Heudebert viuda del Ing. José Ignacio Chopitea, quien residía entre Lima y París y la empresa era administrada por un Gerente de nombre Ismael Barúa Urtecho.
Al entrenamiento asistía Manuel “Búfalo” Barreto quien llegaba disfrazado para no ser identificado por los soplones del sargento Cumpa, Jefe del Puesto de la Policía de Laredo. No se tiene referencias dónde se entrenaban, se comenta que era en el desaparecido cementerio de San Carlos y también en la chacra de Olegario Yépez.

Un contingente de 189 laredinos, estuvo listo para el combate a enfrentar al tirano de turno, a luchar por la defensa de la libertad, la democracia y la justicia social; sabían que irían al holocausto, era un viaje sin retorno; pero estaban decididos a ofrendar sus vidas para lograr el bienestar futuro de sus hijos. El día 6 de julio a las 7.00 p.m. en forma silenciosa se despidieron de sus esposas e hijos, de sus padres, quienes estoicamente, soportaron el dolor del sufrimiento al saber que sería la última vez que los verían vivos. La ruta fue el canal de la acequia de la Mochica llegando puntualmente a la hora concertada, entre los 189 hombres que salieron de Laredo. Entre ellos se encontraban 14 licenciados del ejército, que habían servido, precisamente en el Cuartel O’Donovan y conocían los lugares de retén en donde se guardaban los fusiles, ametralladoras, cañones y municiones; todos conocían el terreno.

Y así fue. Salieron de Laredo 189 apristas, armados, con carabinas, escopetas, machetes, palanas, palos y algunos revólveres; no fueron comunistas como los tildó el diario El Comercio del 16 de julio de 1932 (5).

Después del rudo y prolongado combate regresaron solo 160; 27 cayeron en la toma del cuartel, los otros 10 fallecidos fueron trujillanos quienes junto con “Búfalo” y con Víctor Calderón uno de los tantos licenciados del ejército que participaron en la Revolución Aprista de 1932. Años mas tarde Haya de La Torre sostuvo que: “El Ejército es el pueblo con armas”. Los heridos, fueron ubicados después y llevados a Chan Chan para ser fusilados.

En el muro de contención de Mampuesto junto al Cementerio y la toma de la Mochica Baja, conocida como Los Filtros donde termina la Av. Prolongación Santa, aquí esperaron los 187 laredinos, dos se habían torcido el tobillo y se quedaron; de allí, siguieron sigilosamente hacia el cuartel, la mayoría usaban llanques; agazapados silenciosamente pasaron hasta la parte posterior del Cuartel, cubiertos por la sombra de la noche, en la madrugada se pusieron a órdenes del Comando de los jefes de toma del Cuartel. El asalto, se hizo por los cuatro lados; pero el lugar más peligroso y fortificado era la cuadra de infantería, que quedaba cerca de la puerta falsa por lo que esta responsabilidad la asumió “Búfalo” Barreto que debería ser seguido y secundado por Remigio Esquivel con los 187 laredinos. Esperaron la señal ordenada por “Búfalo”, que fue la segunda campanada del reloj de la catedral cuando daba las 12 de la noche.

Entrando los laredinos en acción cuando ya Búfalo Barreto había iniciado el ataque, ingresando al Cuartel cayó pasando la puerta del Pabellón fuertemente fortificado por haberse cambiado la copia de los planos del cuartel que encargaron hacer a un mal aprista, quien se vendió, cayendo “Búfalo” en una trampa herido de muerte. Los soldados sabían del ataque pero no tenían la precisión del día ni la hora. En ese momento llegó la gente de Laredo arremetiendo con fuerza con mucha decisión y coraje, pues para eso se habían preparado, atacando a los soldados que se sorprendieron por el desplazamiento rápido y seguro de los revolucionarios hacia los puntos críticos del Cuartel que ellos conocían en su condición de ex-soldados. Avanzaron sin miedo a la muerte sin más coraza que sus pechos fornidos, forjados en el trabajo heroico y fuerte de las tareas del campo; esta compañía fue la que doblegó, primero a la guardia de la entrada principal del Cuartel bajo el tiroteo recio, duró y cruzado, encarnizado y sangriento que se entabló frente a los defensores del Cuartel, en él murieron militares y civiles, batiéndose ambos grupos valientemente, obteniendo la victoria los apristas merced al arrojo sin límites de los enfurecidos trabajadores laredinos descendientes de la raza mochica ganándose desde ese momento, en esta gesta, el nombre que los hiciera inmortales: “Los tigres de Laredo”. El diario La Industria del 13 julio en su primera página (2), en el que relata la toma del Cuartel sostiene que “entre los asaltantes se encontraba gente venida de Laredo”; La Nación del 8 de julio de 1932, en su página 4, sostuvo(1): “En la toma del Cuartel hubo muchos civiles que vinieron de Laredo”, el mismo diario el 14 de julio en su página 14 sostiene que fueron 500 hombres, el día 15 sólo menciona que fueron gente de Laredo.

Los apristas de Chicago, del Sector I, al mando de Juan Delfín Montoya, habían preparado un camión con un tubo grueso de fierro, a manera de un cabezal, y con el que rompieron la puerta principal del Cuartel ingresando cuando los laredinos ya habían dominado la cuadra del Batallón de Infantería pero no podían salir por el fuego del Batallón de artillería, que disparaba hacia la puerta falsa hasta que fueron dominados por los revolucionarios. Terminado el fuego todos salieron por la puerta principal al rendirse los oficiales del Batallón de Artillería por falta de balas, instante que corrió la voz que Búfalo Barreto había muerto (4). Juan Delfín Montoya resultó herido de bala en la pierna y en el pecho; al igual que otros laredinos que fueron auxiliados por los médicos y hospitalizados, pero días después la Corte Marcial los sentenció a ser fusilados (1). Los sobrevivientes laredinos regresaron a la Hacienda. La Aviación bombardeó Trujillo el 9 de julio, según el Diario La Libertad de fecha 13 de julio: página 2 y 15 de julio (1932) página 4 (3); también lo hizo la Naval con el crucero Grau, así lo confirma La Nación con fecha 21 de julio de 1932 y 28 de julio del mismo año página 6 (1). Cuando el Ejército retomó la ciudad el 11 de julio, empezó la persecución y fusilamiento de los apristas muchos se fugaron a la Sierra, tierra de sus padres para refugiarse allá y salvar sus vidas.
Sin la participación de los hombres de Laredo, en esta gesta, para recobrar la libertad, la democracia y la justicia social, la revolución de Trujillo no se hubiera producido. Por esta acción heroica, cuando Víctor Raúl Haya de La Torre asumió la Presidencia de la Asamblea Constituyente de 1978 le lego el lema: “Gloriosa ciudad de Laredo, honra de la patria”; que se plasmó en la Ley Laredo de 1990.

Laredo, Santuario del aprismo

Laredo constituye el santuario telúrico del aprismo y un lugar de peregrinación que los apristas de otros lugares deben visitar para que puedan respirar el aire de valentía, lealtad, y amor a las ideas de Víctor Raúl Haya de La Torre, que impulsaron a los tigres realizar el gesto heroico puesto a prueba en la Revolución de Trujillo.

por Leonel Berrocal Neciosup; Profesor de la Universidad Privada Antenor Orrego


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