28/4/12

EL ESCRITOR LAREDINO GERSON RAMIREZ AVILA


GERSON RAMIREZ AVILA
Laredo 1969.
Profesor de Lengua y Literatura egresado de la Universidad Nacional de Trujillo. Ha ejercido la docencia en diversas instituciones educativas estatales y privadas de nuestro departamento.
Es miembro del Grupo Cultural "Papel de Viento" y del Frente de Escritores de La Libertad.
Cuento: Segundo Premio en Cuento IV Juegos Florales Luis Hernández Camarero de la UNT. (1994). Primer Premio en Cuento V Juegos Florales "Luis Hernández Camarero" UNT (1996)
Equinocio 12, plaqueta de difusión cultural auspiciado por el ICPNA.
Publicó "Expediente secreto" (2003), "Los Intrusos" (2004), "Cenaremos en Madrid" (2009) ,"Cuentos de la Campiña" (2012), "El Oráculo de Diofanto (2013)
Ha sido incluido en la muestra Narrativa de la libertad (Ediciones Altazor, 2009). Sus cuentos y crónicas se han publicado en los diarios La Primera y La Industria de Trujillo, así como en el blog Marea Cultural.


Gerson con docentes de la IE Antenor Orrego de Laredo

http://viadescape.com/television/2010/03/20/gerson-ramirez-avila-cuentista-trujillo-cenaremos-madrid/

Poemas de Gerson Ramírez:

REMEMBRANZA

Qué edad tendría el tío Anselmo
cuando dejó de chacchar.
Colgada entre dos espinos,
su hamaca horadaba el tiempo.

El mundo de los otros entraba en él
desde una radio afónica
más antigua que su coca.
Si alguna vez creyó en Dios,
la cal de su checo quemó en silencio
los vestigios de algún milagro recibido.

Un día fue obligado a dejar de alimentarse
con los frutos de sus manos.
En los pálidos remansos
de sus ojos, el mundo era una puerta
que acababa de cerrarse.

Su hoz, su lampa y su machete
lo esperan todavía; pero ya todo no es suyo:
otro bebe chicha en su poto.

MI ANALFABETA

Dicen que la pequeña Inés
no sabía dibujar la O redonda.
Que vino muy joven
de la sierra y se puso codo a codo con la urbe.

Las hojas de los diarios que llegaban a sus manos
le sirvieron tanto tiempo
para espantar el mal de ojo de sus hijos
y envolver la menudencia que vendía.

Y nosotros
los que fuimos jubilosos a la escuela
no aprendimos a leer en la mirada de la gente
la desdicha ni el orgullo como ella.

Su mano ágrafa
acarició tiernamente mis cabellos
mucho antes de que yo aprendiera a refugiarme
en mi oscuro alfabeto.

Préstame, Inés, tu abecedario. En mi lengua capichosa
intento explicar mis desencantos,
pero siempre yerro.

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